De la Torre y el síndrome del último minuto

NO lo ha dicho, pero si hubiese sido por Francisco de la Torre, el candidato del PP a la alcaldía de Málaga espera a que termine el recuento electoral para presentar los miembros de su candidatura en las municipales. Aguantó hasta casi agotar los plazos y hasta, sin el casi, agotar a sus concejales y, como le sucede siempre, se le notó lo engorroso que le resulta llevar las siglas del PP y colocar a dirigentes de este partido en su candidatura. Esas cosas, que no se dicen nunca, se aprecian entre líneas. La relación de De la Torre y el PP es un poco especial. El partido está para autonómicas y generales, y él, para las municipales. Donde le sobran las siglas y sus dirigentes. En lo de las siglas, en este ocasión, más visible que nunca. A su ausencia, me refiero.

Desde que accedió al primer sillón municipal, se ha preocupado siempre de tener a los presidentes de su partido lo más alejado posible de la Casona del Parque. Los lleva de número dos con una única condición, que tomen posesión del cargo y se vayan corriendo a la Diputación. No los quiere al lado ni en pintura. Por eso, la candidatura de De la Torre apenas tiene sorpresas. Nunca las tiene. Un par de incorporaciones poco conocidas y un par de relevos a los que luego les busca acomodo en otro sitio. Los periodistas nos pasamos meses hablando de fichajes estrella, pero nunca ocurre con eso nada extraordinario. Lo hacemos cada cuatro años, con idéntico éxito. Tanto del lado de los periodistas -nunca acertamos- como del lado del alcalde -nunca los hay-. Desde hace tiempo, lo verdaderamente sorprendente de las listas electorales del alcalde no son las personas que ficha sino los que repiten.

Además, ir en un puesto concreto en la candidatura de De la Torre apenas garantiza nada, más que salir o no. Lo admito, tiene su importancia, pero no es determinante. Es una cuestión de ubicación, pero nunca de escalafón. La presencia de un número dos -ya digo- es siempre testimonial, ya que es el primero del que se desprende. Luego puede llevar a una persona de tres y una vez hace el Gobierno ni le da bola o la manda al exilio de un distrito. Y puede ocurrir lo contrario, convencer a un edil para no repetir en la candidatura y recuperarlo luego como concejal no electo con la ley de Grandes Ciudades. Y ese edil, del que se había desprendido, termina siendo portavoz de su grupo y concejal de Urbanismo, que no son malas atribuciones para una persona a la que unos meses antes le había comunicaba que no contaba con él.

Antes en las listas de De la Torre se buscaba siempre a un delfín, un posible sucesor, designado o probable sustituto. Alguien descubrió un día que para que existiera un delfín se precisaba una condición previa, una persona que quisiera ser sustituida. Como esta circunstancia nunca ha estado en la mente de De la Torre, hace bastante tiempo que se dejó de hablar de delfines. De sus largos años de mandato -14 de alcalde, seis más de concejal- apenas quedan ya tres personas que le han acompañado siempre en todas las legislaturas, Elías Bendodo, Teresa Porras y Mariví Romero. El primero se tuvo que hacer presidente del PP para poder continuar. Y la cosa empezará a empeorar si Bendodo no repite en la Presidencia de la Diputación y decide compaginar la oposición en este organismo con la acción de Gobierno en La Casona del Parque. Bendodo, como cualquier ciudadano normal y corriente, está convencido de que llegará un día -no se sabe cuándo- que De la Torre tomará la decisión de jubilarse. Y si eso no ocurre, tendrá que tomar él -también algún día- la decisión de jubilarlo. Es una cuestión puramente fisiológica.

Lo de Teresa Porras es extraordinario. Da igual que caigan chuzos de punta a su paso o que no deje un solo charco sin pisar, lo de De la Torre y su concejala de los servicios operativos es como el matrimonio católico, una unión de por vida para lo bueno y para lo malo. Y sobre este asunto no hay opinión ni externa ni interna que valga. Es fácil de entender, en varios distritos de la ciudad es De la Torre la persona que encabeza la candidatura de Teresa Porras a la Alcaldía de Málaga. Sobre la permanencia de Mariví Romero hay muchas teorías, pero pocas ciertas. Hace un mes aspiró a diputada y se quedó sin puesto. 30 días después aparece de nuevo para concejal cogida con alfileres.

Jorge Valdano decía que el fútbol es un deporte de momentos, por eso una de las grandes lecciones que tenía que aprender un entrenador era la gestión de lo que denominaba el síndrome del último minuto. Se trata de ese momento fatídico de un partido donde todo lo hecho durante 89 minutos se puede deshacer en unos segundos. O todo el desastre, resolverse en un último aliento. Unos instantes reservados, decía el ex jugador argentino, para la heroica o para una prudente retirada.

La configuración de la candidatura de De la Torre no apela a la heroica. Y De la Torre está lejos de plantearse una prudente retirada. En Málaga, el todavía alcalde no está en el último minuto, pero posiblemente se encuentre ante su última legislatura. No es un buen gestor de los últimos minutos, ya que es un político lento en la toma de decisiones. Una vez presentada la lista, el PP tiene cuatro años para realizar un análisis sosegado sobre la conveniencia de ir pensando en un cambio de entrenador. En el descanso, o al final del partido. Esa es la gran duda de la candidatura, el tiempo que durará completa.


Artículo publicado en Málaga Hoy. Ilustración: Daniel Rosell. 

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