Pablo Pineda

Ayer me encantó la entrevista de Pepa Bueno a Pablo Pineda. Escribí en El País un artículo sobre él cuando le dieron la medalla de oro de Andalucía. Fue en 2005. Y creo que es la única vez en los once años que llego escribiendo columnas en este periódico que la dediqué a una persona, para hablar bien de ella.





Pablo Pineda es un superhéroe sin capa con el que basta hablar unos minutos para ver más allá de lo que dicen las facciones de su cara. "Con nueve o diez años me di cuenta de que era distinto: los niños son muy crueles y me decían 'pobrecito, está malito', y yo pensaba: este gilipollas, ¿qué me está diciendo?; así empecé a asimilar la diferencia''. Lo contó Pablo en una entrevista en EL PAÍS Andalucía. En julio de 2003. Pablo estaba a punto de acabar Psicopedagogía. Quién lo conoce sabe que es un joven presumido, soñador y tan independiente como vulnerable en esta sociedad llena de hipocresía. Pablo es el primer europeo con síndrome de
Down en obtener un título universitario. Ha estudiado dos carreras, pero su discapacidad le impide legalmente presentarse a unas oposiciones. Una situación tan ridícula como el hecho de que tampoco puede sacarse el carné de conducir. Ni tener propiedades a su nombre, a pesar de que tiene un trabajo en el Ayuntamiento de Málaga que le permitiría comprárselas. Me lo dijo un día en una entrevista. Lo hizo varias veces. Le frustra mucho. Y se le nota. Porque, este joven es un militante de la causa antisegregacionista de los discapacitados. Dice que las personas que tienen esta alteración genética del cromosoma 21 no son tontitos, ni retrasados mentales. Únicamente personas excepcionales que necesitan más ayuda que los demás. Pablo tiene algunos reproches. Uno esencial: que sea más fácil poner una rampa que cambiar la mentalidad. "Todavía hay personas que no encuentran natural que su hija vaya de la mano o pueda tener relaciones sexuales con un síndrome de Dowm". También lo ha dicho Pablo. Tiene 30 años y, ya ven, los mismos problemas que cualquier joven de su edad.
La medalla de oro de Andalucía a Pablo Pineda es un reconocimiento a la diferencia. A que no existe el término desaliento ni lo imposible. A miles de discapacitados que tienen que pasar diariamente por este mundo como Popeyes sin espinacas con las que subsistir en una sociedad cargada de prejuicios. "No se ve bien sino con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos", decía El Principito de Antoine Saint-Exupéry. Esta frase es el único equipaje necesario para el próximo lunes, el Día de Andalucía. Pablo ha logrado una medalla. La de la superación.

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