Al diablo con los números

Desde que Martínez-Pujalte dejó de hacer chistes y a González Pons lo mandaron a Bruselas para darle resonancia internacional a la suyos, del humor en el PP se encarga Carlos Floriano. El otro día hizo un análisis del mal resultado del PP en las andaluzas en el que, más o menos, vino a decir que, como hay el mismo número de diputados, pero más partidos, salen a menos a repartir. Una frase que es al pensamiento político lo mismo que esa de “hay una colilla en el suelo, alguien ha fumado” a la investigación policial.
El PP andaluz tampoco se ha complicado con su propia lectura de los comicios y Moreno Bonilla ha destacado la apuesta por la necesidad de cambio que han demostrado los andaluces, aunque lamentando que esa necesidad haya sido muy dispersa. Tan dispersa, habría que recordarle, que el cambio se ha traducido en una victoria de los que llevan 34 años gobernando, que como es fácil entender se trata de un enorme cambio.

Parafraseando al ministro Wert y sus citas sobre personajes históricos, todos los que hayan visto a Epi y Blas sabrán que 33 es menos que 50. Y eso quiere decir que el PP tiene 17 diputados menos, y que son más de medio millón los votos perdidos por este partido por la necesidad de cambio de los andaluces. Moreno Bonilla, a los dos días de las elecciones, también ha cambiado. No de voto, pero sí de palabras. Y allí donde dijo que el PP facilitaría el Gobierno de la lista más votada, dijo luego que no y un poco más luego que sí, pero siempre que el PSOE haga lo propio en las municipales.

Los números son esenciales. Susana Díaz lleva unos días aprendiendo a sumar hasta 55 y le cuesta. Está intentando alcanzar una aritmética parlamentaria que le permita investirse de presidenta, ya después de tanta emoción por la victoria, al PSOE le resulta difícil entender que 47 es menos que 62, que es el resultado que se obtiene de juntar a todos los que no son socialistas. De momento existe unanimidad en la oposición en complacer a Díaz: ella quiere gobernar en solitario y ellos están decididos a que llegue también en solitario a la sesión de investidura. Y para conseguirlo, el PSOE necesita compañía o la abstención de algunos. Lo otro es ir a unas nuevas elecciones antes de terminar el recuento de estas.

A veces a los números les pasa como a las escopetas, que los carga el diablo. Y en la disposición de la nueva Cámara a nadie le salen las cuentas. No está ayudando el hecho de que, al día siguiente de los comicios, se diera por finalizada la parada jurídica por las elecciones y comenzara de nuevo el carrusel delictivo por las provincias andaluzas. Algunos partidos consideran poco decoroso ayudar al PSOE, aunque sea absteniéndose, a sentarse en el sillón presidencial sin desprenderse primero del lastre del pasado. Podemos, Ciudadanos e IU han hecho de la lucha contra la corrupción el eje de su discurso y quieren hacer ahora de la figura de los dos ex presidentes la bandera del cambio que reclaman.

A pesar de lo que dicen los matemáticos, las matemáticas —las políticas— no son una ciencia exacta. Einstein tenía una magnífica frase para casi todo: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. El Parlamento andaluz es ahora distinto, por lo que Díaz tendrá que hacer cosas distintas si quiere presidir el Gobierno. Y al diablo con los números, porque la investidura no es solo una cuestión de números.

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