La dinastía de los animales alcaldes


EN Talkeetna, un pueblo de Alaska, una gata es la alcaldesa del municipio desde el año 1997. La gata se llama Stubbs y llegó al cargo con apenas tres meses de edad. Los 800 habitantes se cansaron un día de sus propios vecinos políticos y votaron por el pequeño felino, que conserva este cargo honorífico desde entonces. La Alcaldía no tiene atribuciones y la particular alcaldesa ni sube impuestos ni hace obras faraónicas ni promete nada. Ella se limita a ser un reclamo turístico. Es sorprendente el número de animales que son alcaldes en pequeños pueblos de Estados Unidos, pero se lleva la palma una ciudad fronteriza de Texas que se llama Lajitas. Allí, desde 1986, han sido alcaldesas tres cabras aficionadas a la cerveza. La última, según los vecinos, se bebe 35 jarras al día.

La política está llena de animales políticos. Y aunque uno pensaba que se trataba de una metáfora, hay sitios donde la frase es literal y la realidad supera cualquier ficción. Hay un perro de alcalde honorífico en una pequeña localidad de Kentacky y hay curiosos animales que intentaron dar el salto a la política, aunque no lograron auparse al sillón de mando: un burro llamado Marko se presentó para edil en la ciudad búlgara de Varna; un chimpancé, de nombre Tiao, en Río de Janeiro y un rinoceronte, llamado Cacareco, pugnó por un escaño en la alcaldía de Sao Paulo. Todos sin éxito.

El primer precedente de la historia es Incitatus, el caballo del emperador romano Calígula que logró el título de cónsul. Y hay parecidos razonables en Málaga, donde Imperioso, el corcel de Jesús Gil, era el consultor del presidente del Atlético de Madrid y alcalde de Marbella, a la hora de hacer fichajes para el equipo. Con todo, esto de los animales nunca ha sido cierto del todo. Y más bien se ha tratado siempre de un título simbólico. Ni siquiera Imperioso llegó a tomar nunca decisión alguna en materia política, ya que Gil siempre se rodeó de otras personas encargadas de hacer las animaladas. Y aunque a veces lo pareciera, nunca fue necesario dejar las decisiones urbanísticas en manos de su caballo. Para las burradas, se bastaron y se sobraron ellos solos.

La provincia de Málaga está llena de animales políticos. Y ahora me refiero al sentido metafórico de la frase, nada que ver con cualquier matiz peyorativo. Un animal político es una persona con capacidad de empatía hacia los ciudadanos y con una enorme resistencia en esta actividad, a la que apenas le achicharran los años o las polémicas. El candidato en Torremolinos del PP, Pedro Fernández Montes,es un ejemplo. Gobierna Torremolinos desde antes de que existiera Torremolinos. Fernández Montes lideró la plataforma que reclamaba la autonomía para este municipio con anterioridad a la independencia del municipio. Y desde que existe el municipio nadie ha podido arrebatarle el sillón de la alcaldía, a pesar de que va acumulando años al mismo ritmo que polémicas en sus mandatos. Y ni son poco los años ni pocas las polémicas.

Algo parecido le ocurría a Esperanza Oña, hasta su despedida como alcaldesa de Fuengirola; o a Joaquín Villanova, que repite en Alhaurín de la Torre, por citar otros ejemplos. En sus territorios se muestran imbatibles, a pesar de arrastrar varias legislaturas en su haber. Con ellos no parece poder ni el propio desgaste de su partido a nivel nacional. Salvo en el caso de Oña, y por decisión propia, en casi municipio alguno donde gobierna el PP, esta formación política plantea cambios de candidatos en las municipales. Deben pensar que no está el patio para experimentos y muchos menos con la que está cayendo. Hay tan pocos cambios que en la capital, De la Torre aspira a otro mandato sin descartar aspirar al siguiente.

Alguien podría considerar de mal gusto esta mezcla de churras con merinas. O mejor dicho, de gatos, perros y rinocerontes con alcaldes de municipios malagueños. No hay intención alguna de molestar, sino de advertir. En todas las localidades del mundo donde los habitantes optaron por un gato, un perro o cualquier animal como alcalde del municipio se produjo un hecho común: los ciudadanos estaban hasta el gorro del Gobierno y también de la oposición. Por eso, allí donde no cambia ni lo uno ni lo otro, se refuerzan las opciones para la sorpresa. Y no digo yo que la competencia presente un gato en cualquier municipio malagueño, pero el chimpancé Tiao, que se hizo famoso por su mal carácter, llegó a cosechar 400.000 votos liderando el Partido Bananista Brasileiro, que quedó tercero en las elecciones a la alcaldía de Río de Janeiro.

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