Debates, indecisos, cómicos y el fantasma de la ultraderecha.






Entramos en la última semana en un escenario no previsto inicialmente: dos debates en menos de 48 horas y con las encuestas advirtiendo que todo sigue en el aire. 

Cuando a Pedro Sánchez le hicieron el cartel para la campaña electoral nadie sabía que se enfrentaría a dos debates en menos de 48 horas. La foto, sin embargo, ha sido un vaticinio: el líder del PSOE aparece en ella serio y casi enfadado. Con cara de recta final de una campaña que no era la que tenía planteada.  

Sánchez se adentra esta noche en un escenario que ni tenía previsto ni le agrada, pero al que se ha visto abocado porque no podía salir huyendo. Concluye hoy sus días de campaña invisible, esa en la que su principal misión era no cometer error alguno y dejar que sus contrincantes se fuesen achicharrando entre ellos.

El líder del PSOE ha dicho que se enfrentará a este debate con guante blanco, pero mucho me temo que le faltarán mejillas para aguantar dos sesiones seguidas de derechazos, y algún que otro golpe por la izquierda.

Pablo Casado está haciendo una campaña muy proporcional a los resultados que predicen las encuestas: mientras peor le van los sondeos, más duras son sus proclamas. Esa es la proporcionalidad de su campaña. Además ya lo ha anunciado: solo tiene un contrincante y no es  precisamente Albert Rivera. Si Casado se tira al debate como se ha tirado a la campaña, nos podemos ir olvidando de la palabra moderación.

El líder de Ciudadanos también acudirá al encuentro para intentar levantar cabeza. Ha ido difuminándose hasta alcanzar casi la irrelevancia, dejando el protagonismo en los últimos días a Inés Arrimadas y escurriéndose incluso de la primera línea.

Está por ver como encara Pablo Iglesias estos debates. No es fácil lo suyo: si se suma al todos contra Sánchez, le irá mal. Si evade la trifulca, se caerá de los titulares como se está cayendo de las encuestas.

Vox no estará en el debate, pero puedo ser un gran beneficiado. Mientras más se trinchen los candidatos entre ellos, más desafección de los ciudadanos. Y cuanta más desafección, posiblemente, mucho mejor para VOX.

Todo está por decidir y el nivel de indecisos sigue siendo muy determinante.

Las encuestas ya no se miden por el porcentaje de intención de voto y los escaños que se les atribuye a cada partido. Lo importante de los sondeos son las sumas. O mejor dicho: la suma de los partidos de izquierda o la suma de los partidos de derecha. Y, de momento, ninguna de las dos alternativas suma lo suficiente.  En al aire, sin embargo, existe cierta sensación de que hay una campaña que vemos y otra soterrada. Y esa segunda, como ocurrió en Andalucía, nadie la está sabiendo medir.

En la primera semana de campaña en España se conocieron los resultados de las elecciones en Finlandia, donde la ultraderecha se quedó a 6.000 votos de la victoria. Y ayer un cómico ganó la presidencia de Ucrania, después de un último debate con el anterior presidente que se celebró en un campo de fútbol.  Que semana más complicada nos queda. Entre debates, indecisos, cómicos y la ultraderecha. 


 

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